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Helen Leary

Hermanas fallecidas

Helen Leary - Australia
12/04/1935 - 16/05/2015

 

Hoy, en Australia, celebramos nuestra fiesta patronal - la solemnidad de Nuestra Señora de la Ayuda a los Cristianos - que en general se celebra el 24 de mayo. Pero este año ha sido aplazada al 25 siendo ayer la fiesta de Pentecostés. A Helen le hubiese encantado vernos ahora todas juntas para la Misa de Réquiem, en este día mariano tan significativo.  Amaba  mucho a la Virgen y deseaba que todas estuviésemos juntas bajo su manto.  Dios, en su bondad y misericordia, llamó a Helen un sábado en el mes de mayo, (el 16) - el día de la semana, y el mes del año dedicado a María - y solamente unos días después de la Fiesta de Nuestra Señora de Fátima, de la que ella era particularmente devota.     

Helen Patricia Leary había nacido en Gundagai, NSW, el 12 de abril de 1935 – la más joven de las tres hijas de John y de Nellie Leary.  Gundagai – el lugar de los años de infancia de Helen y de su escuela primaria - representó siempre algo especial para ella. Nunca olvidó sus raíces campesinas, y disfrutaba pasando el tiempo de las vacaciones con su hermana  Margaret, y su familia en la propiedad rural en el distrito natal. Helen quería mucho a sus dos hermanas, Rita y Margaret, y a sus familias.  Había experimentado su cariño y su interés por ella a lo largo de toda su vida y reconocía la presencia de Dios en la atención y en el cariño de su familia. Solía rezar siempre por los miembros de su familia, y Helen era una mujer de profunda oración. Fue su fe que la sostuvo cuando su hermana Margaret murió el año pasado, repentinamente, y fue la fe la que sostuvo Helen en los dolores y las luchas de su vida.  

La profunda relación de Helen con Dios la llevó a responder a Su llamado a la vida religiosa. Fue poco después de haber completado su escuela secundaria como interna en el Internado de Santa Sabina, Strathfield, cuando Helen entró con las Hermanas Maristas. Profesó en St. Patrick, Church Hill, el 5 de septiembre de 1956 y durante unos años tuvo como nombre de religión el de Hermana Isabel. Después de su profesión, Helen enseñó en Woolwich.  Luego estudió Magisterio en el Mount Street Teacher Training College, y pasó un breve periodo en Burwood, Victoria, antes de volver a Woolwich, donde luego enseñó en la secundaria, ayudando después con las internas. Helen compartió con sus estudiantes su profunda fe y su compromiso de amor con la Congregación de María.  Durante mi primer año en la escuela de  Woolwich, recuerdo a Helen a menudo hablándonos del llamado a la vida religiosa e invitándonos a rezar en particular por las novicias que en aquel momento estaban en formación.  No fue una sorpresa, en 1967, en que fuera nombrada asistente de la Maestra de Novicias, en Merrylands.  

Helen fue siempre generosa en su respuesta al llamado de Dios. Esto la llevó a ir a Fiji en 1972 donde enseñó en Lami durante un breve periodo. Lamentablemente, su  mala salud le impidió continuar su ministerio allí y volvió a Australia ese mismo año. Casi inmediatamente después, Helen obtuvo un diploma como bibliotecaria y esto le abrió un nuevo campo de apostolado, a través del cual Helen siguió tocando las vidas de docentes, alumnos y sus familias en las Escuelas Primarias de Margaret Mary’s, Merrylands, y durante muchos años estuvo en  Villa Maria, Hunters Hill.

Helen se dedicó de lleno, en 1994, a la obra pastoral, cuando fue nombrada para ello en  Richmond, parte occidental de Sídney.  Fue allí donde Helen se hizo muy activa en el apostolado parroquial.  Al igual que nuestras primeras Hermanas en Francia, se dijo de Helen que “se la veía en la iglesia, y en las casas de los pobres y de los enfermos” (RMJ 280:60).Helen quería realmente que todos gustaran el amor de Dios, y nunca perdía oportunidades para invitar a la gente a que compartieran las mociones del Espíritu que obraba en sus vidas. Animaba la gente a la oración, y apoyaba mucho el movimiento ecuménico y el programa RCIA. Helen tendía siempre la mano para ayudar a las personas que más lo necesitaban, consolando y llevando la comunión a los enfermos en el hospital.  Cuando Helen se fue de Richmond y pasó a la Marian House para ayudar en la comunidad de Hermanas mayores, su implicación en la parroquia siguió.  Siendo una feligrés de  Hunters Hill, visitó a las familias y a los ancianos y enfermos de la zona, participó en grupos de oración, asistió a reuniones ecuménicas locales y disfrutó con la amistad del pastor anglicano y de su mujer, con pastores y feligreses de otras denominaciones.  Participó en grupos de discusión, en días de oración, y se implicó siempre con los demás, tratando de ahondar en su relación con Dio.   

Helen sabía querer y hacía todo lo posible para quedar en contacto con las personas que encontraba.  Se mantuvo en contacto con amigos de la escuela de Santa Sabina, con antiguas alumnas, con las internas de Woolwich, y los feligreses de Richmond. Se interesó siempre por los niños y hasta hace muy poco, a pesar de no estar bien, ayudó en la biblioteca de la Escuela Primaria de  Villa María, y nunca quiso faltar a su día allí.

El gran deseo que Helen tenía era llevar todos a una comunión más profunda con Dios y con los demás. Sin embargo, al ser una persona a la que le gustaba la variedad, también disfrutó del lado más ameno de la vida. Cuando era joven, Helen jugaba muy bien al tenis.  Siempre le gustó el juego de las cartas y se divertía en actividades que unían a la gente.  

Helen conoció el gozo de la vida, pero también el sufrimiento. En varios momento, serios episodios de enfermedad le llevaron a Helen a pasar largos periodos en el hospital, y supo afrontar estas experiencias con valor, creciendo en su compasión hacia los enfermos. Su celo apostólico no desapareció nunca, ni tampoco se dejó desanimar, cuando su condición física se fue aminorando.  Sí le causó frustración el no poder oír bien, el ver que sus energías disminuían, sin embargo quedó firme en su fe y confianza en Dios, y esto le dio fuerza para el camino - hasta la última semana de su vida, cuando ingresó en el Greenwich Hospital y luego en Ashburn House. 

El gran espíritu de fe de Helen y la confianza en Dios - su profundo amor por María - nos inspiraron a todos, junto con su confianza profunda en el amor de Dios que nunca falla. En los momentos dolorosos de su vida se unía a los sufrimientos de Cristo y permaneció fiel a Dios. Unida a Jesús, Helen deseó que todos fueran uno - un solo corazón, un solo amor.  Helen, ahora ya no eres presa de tus sufrimientos, y eres una en el Dios del Amor.    Te agradecemos por haber sido una inspiración para nosotras. Descansa en paz. 

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